Mientras duermes te pienso
te veo
te imagino profunda
apacible entre seda y plumas
te siento tibia
tierna, dormida
bañada por luz de luna
recorrida por suave brisa
mientras duermes te escucho
aún cuando todo sea silencio
te ries, disfrutas
corres por un valle
vuelas con tus alas
yo disfruto contigo
mientras duermes sueñas
vives aventuras
cumples fantasías
enfrentas temores
recuerdos
momentos memorables
deja vous
mientras duermes
soñaras conmigo?
Pedro García
10/07/2005
Thursday, July 07, 2005
Wednesday, May 04, 2005
CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA 3: Despertar
CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA
(Cuentos cortos para leer despacio)
#3
Despertar
Un beso de buenas noches antecedió al acostumbrado abrazo en el cual caemos dormidos día tras día. Con mi brazo rodeaba su cuerpo desde la espalda, pasando sobre su brazo y entrelazando nuestras manos. Estando así disfruto del aroma de su de su cuello, su cabello. Después de un día agotador un suave y reparador descanso nos esperaba. La noche templada de Abril no ameritaba más que una ligera sábana. El sueño nos atrapó rápidamente.
(Cuentos cortos para leer despacio)
#3
Despertar
Un beso de buenas noches antecedió al acostumbrado abrazo en el cual caemos dormidos día tras día. Con mi brazo rodeaba su cuerpo desde la espalda, pasando sobre su brazo y entrelazando nuestras manos. Estando así disfruto del aroma de su de su cuello, su cabello. Después de un día agotador un suave y reparador descanso nos esperaba. La noche templada de Abril no ameritaba más que una ligera sábana. El sueño nos atrapó rápidamente.
Creí haber descansado algunas horas cuando sentí una fría brisa soplando levemente sobre mi cuerpo, su cabello se agitaba sobre mi rostro, como una ventana abierta en una noche decembrina. El abrazo aún se mantenía. Adormecido me acerqué para dar calor a su cuerpo mientras percibía algunos sonidos extraños. La brisa se comenzó a sentir un poco húmeda y transportaba un extraño olor a vegetación. Lentamente fui saliendo del letargo, abrí los ojos en medio de la penumbra sin poder identificar ninguno de los elementos a nuestro alrededor.
Creí estar soñando al vernos tendidos entre árboles en un extraño paraje. Ella aún dormía mientras yo, a su lado, intentaba comprender lo que ocurría, inmóvil para no despertarla en medio de mi propia pesadilla. Ruidos de la fauna del lugar, olor a la tierra en la que nos encontrábamos, la confusa sombra de la naturaleza a la suave luz de la luna. No me alejaría de ella ni un segundo en medio de aquella situación.
Incrédulo ante mis sentidos intenté calmar la incertidumbre, si dormía de nuevo podría revertir la situación. Si no actuaba rápidamente podría dejarnos a merced del tenebroso momento, y de la inexplicable razón por la que nos encontrábamos en aquel lugar.
El frío se incrementaba con los segundos que parecían minutos, su cuerpo estaba inquieto al percibir lo que ocurría o tal vez por los motivos de su propio sueño. Intenté mantenerla dormida con unas leves caricias, de esas que ofrecen calma.
Mi mente, que por momentos se había acelerado, comenzó a sumergirse nuevamente en el estupor de la noche. Veía con dificultad las formas de los árboles que ya había comenzado a distinguir, los bordes de cada figura se escurrían como trazos de Dalí. La obscuridad se esparcía a mi alrededor y la respiración se hacía profunda, muy profunda.
Pedro García
04/05/2005
Saturday, January 22, 2005
Hay momentos que se viven tan plenamente que sobrepasan cualquier expectativa, producen tal cantidad de energía en el cuerpo que uno podría inclinar la cabeza hacia atrás, extender los brazos y elevarse unos cuantos metros del suelo. Cuando se viven estos momentos no se duda, no se piensa, se está seguro de no querer olvidarlo jamás.
Wednesday, January 12, 2005
CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA 2: 41º Norte
CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA
(Cuentos cortos para leer despacio)
#2
41º Norte
Paso a paso avanzaba rápidamente por la acera de la gran ciudad. El frío invierno del norte chocaba inclemente contra mi rostro, colándose por las rendijas de mi roído abrigo y la improvisada bufanda. Las capas son importantes me decían cuando llegué aquí, en una época cargada de sueños y ambiciones. Algunas capas de periódico me protegen hoy, intercaladas entre mi ropaje. Aunque esquivaba con cierta agilidad las ráfagas de viento mi mente comenzaba a discernir entre las diferentes sensaciones percibidas, cambiando el acostumbrado optimismo por una carga de pesadez. Necesitaba refugio, tal vez estaba muy lejos de donde debía estar.
Con movimientos laterales y circulares intentaba despertar los entumecidos músculos del cuello. Inconcientemente frotaba las puntas de mis dedos mientras miraba a ambos lados de la calle en busca de una alguna entrada. Junto con un bostezo tensaba cada parte de mi cuerpo para entrar en calor. Con los dedos de los pies adormecidos cada paso se sentía un poco menos firme.
El dolor del cuello se extendía por mi espalda a través de la columna. La respiración se hacía irregular, el oxígeno parecía insuficiente. Me hacía presa de los nervios mientras concentraba mis fuerzas en avanzar sin pausa. En forma lenta y paulatina perdí el control sobre algunas partes de mi cuerpo y la sensibilidad en casi todas. Mis manos, mis hombros, mi rostro, mis piernas. El frío intenso cesó de pronto como una prolongada cadencia en medio de una intensa sinfonía. El temor aumentó cuando ya no sentí dolor.
Me imaginé en una playa caribeña, bañado por el sol radiante y el agua tibia, rodeado de arena y palmeras tropicales. Casi no sentí el frío de la acera al desplomarme, fue como un descanso esperado, un momento inevitable. Apenas vi pasar algunas hojas impulsadas por el viento antes de cerrar los ojos. El agreste clima de esta tarde me sorprendió para siempre, enfriando con mi cuerpo una vida aún cargada de ilusiones, de pasiones olvidadas, de recuerdos no vividos.
Pedro García.
01/12/2004
(Cuentos cortos para leer despacio)
#2
41º Norte
Paso a paso avanzaba rápidamente por la acera de la gran ciudad. El frío invierno del norte chocaba inclemente contra mi rostro, colándose por las rendijas de mi roído abrigo y la improvisada bufanda. Las capas son importantes me decían cuando llegué aquí, en una época cargada de sueños y ambiciones. Algunas capas de periódico me protegen hoy, intercaladas entre mi ropaje. Aunque esquivaba con cierta agilidad las ráfagas de viento mi mente comenzaba a discernir entre las diferentes sensaciones percibidas, cambiando el acostumbrado optimismo por una carga de pesadez. Necesitaba refugio, tal vez estaba muy lejos de donde debía estar.
Con movimientos laterales y circulares intentaba despertar los entumecidos músculos del cuello. Inconcientemente frotaba las puntas de mis dedos mientras miraba a ambos lados de la calle en busca de una alguna entrada. Junto con un bostezo tensaba cada parte de mi cuerpo para entrar en calor. Con los dedos de los pies adormecidos cada paso se sentía un poco menos firme.
El dolor del cuello se extendía por mi espalda a través de la columna. La respiración se hacía irregular, el oxígeno parecía insuficiente. Me hacía presa de los nervios mientras concentraba mis fuerzas en avanzar sin pausa. En forma lenta y paulatina perdí el control sobre algunas partes de mi cuerpo y la sensibilidad en casi todas. Mis manos, mis hombros, mi rostro, mis piernas. El frío intenso cesó de pronto como una prolongada cadencia en medio de una intensa sinfonía. El temor aumentó cuando ya no sentí dolor.
Me imaginé en una playa caribeña, bañado por el sol radiante y el agua tibia, rodeado de arena y palmeras tropicales. Casi no sentí el frío de la acera al desplomarme, fue como un descanso esperado, un momento inevitable. Apenas vi pasar algunas hojas impulsadas por el viento antes de cerrar los ojos. El agreste clima de esta tarde me sorprendió para siempre, enfriando con mi cuerpo una vida aún cargada de ilusiones, de pasiones olvidadas, de recuerdos no vividos.
Pedro García.
01/12/2004