Wednesday, January 12, 2005

CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA 2: 41º Norte

CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA
(Cuentos cortos para leer despacio)
#2

41º Norte

Paso a paso avanzaba rápidamente por la acera de la gran ciudad. El frío invierno del norte chocaba inclemente contra mi rostro, colándose por las rendijas de mi roído abrigo y la improvisada bufanda. Las capas son importantes me decían cuando llegué aquí, en una época cargada de sueños y ambiciones. Algunas capas de periódico me protegen hoy, intercaladas entre mi ropaje. Aunque esquivaba con cierta agilidad las ráfagas de viento mi mente comenzaba a discernir entre las diferentes sensaciones percibidas, cambiando el acostumbrado optimismo por una carga de pesadez. Necesitaba refugio, tal vez estaba muy lejos de donde debía estar.

Con movimientos laterales y circulares intentaba despertar los entumecidos músculos del cuello. Inconcientemente frotaba las puntas de mis dedos mientras miraba a ambos lados de la calle en busca de una alguna entrada. Junto con un bostezo tensaba cada parte de mi cuerpo para entrar en calor. Con los dedos de los pies adormecidos cada paso se sentía un poco menos firme.

El dolor del cuello se extendía por mi espalda a través de la columna. La respiración se hacía irregular, el oxígeno parecía insuficiente. Me hacía presa de los nervios mientras concentraba mis fuerzas en avanzar sin pausa. En forma lenta y paulatina perdí el control sobre algunas partes de mi cuerpo y la sensibilidad en casi todas. Mis manos, mis hombros, mi rostro, mis piernas. El frío intenso cesó de pronto como una prolongada cadencia en medio de una intensa sinfonía. El temor aumentó cuando ya no sentí dolor.

Me imaginé en una playa caribeña, bañado por el sol radiante y el agua tibia, rodeado de arena y palmeras tropicales. Casi no sentí el frío de la acera al desplomarme, fue como un descanso esperado, un momento inevitable. Apenas vi pasar algunas hojas impulsadas por el viento antes de cerrar los ojos. El agreste clima de esta tarde me sorprendió para siempre, enfriando con mi cuerpo una vida aún cargada de ilusiones, de pasiones olvidadas, de recuerdos no vividos.

Pedro García.
01/12/2004