Wednesday, May 04, 2005

CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA 3: Despertar

CUENTOS QUE PRECEDEN A LA LOCURA
(Cuentos cortos para leer despacio)
#3

Despertar

Un beso de buenas noches antecedió al acostumbrado abrazo en el cual caemos dormidos día tras día. Con mi brazo rodeaba su cuerpo desde la espalda, pasando sobre su brazo y entrelazando nuestras manos. Estando así disfruto del aroma de su de su cuello, su cabello. Después de un día agotador un suave y reparador descanso nos esperaba. La noche templada de Abril no ameritaba más que una ligera sábana. El sueño nos atrapó rápidamente.

Creí haber descansado algunas horas cuando sentí una fría brisa soplando levemente sobre mi cuerpo, su cabello se agitaba sobre mi rostro, como una ventana abierta en una noche decembrina. El abrazo aún se mantenía. Adormecido me acerqué para dar calor a su cuerpo mientras percibía algunos sonidos extraños. La brisa se comenzó a sentir un poco húmeda y transportaba un extraño olor a vegetación. Lentamente fui saliendo del letargo, abrí los ojos en medio de la penumbra sin poder identificar ninguno de los elementos a nuestro alrededor.

Creí estar soñando al vernos tendidos entre árboles en un extraño paraje. Ella aún dormía mientras yo, a su lado, intentaba comprender lo que ocurría, inmóvil para no despertarla en medio de mi propia pesadilla. Ruidos de la fauna del lugar, olor a la tierra en la que nos encontrábamos, la confusa sombra de la naturaleza a la suave luz de la luna. No me alejaría de ella ni un segundo en medio de aquella situación.

Incrédulo ante mis sentidos intenté calmar la incertidumbre, si dormía de nuevo podría revertir la situación. Si no actuaba rápidamente podría dejarnos a merced del tenebroso momento, y de la inexplicable razón por la que nos encontrábamos en aquel lugar.

El frío se incrementaba con los segundos que parecían minutos, su cuerpo estaba inquieto al percibir lo que ocurría o tal vez por los motivos de su propio sueño. Intenté mantenerla dormida con unas leves caricias, de esas que ofrecen calma.

Mi mente, que por momentos se había acelerado, comenzó a sumergirse nuevamente en el estupor de la noche. Veía con dificultad las formas de los árboles que ya había comenzado a distinguir, los bordes de cada figura se escurrían como trazos de Dalí. La obscuridad se esparcía a mi alrededor y la respiración se hacía profunda, muy profunda.

Pedro García
04/05/2005